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Pobres, Negros E Inmigrantes Noviembre 5, 2014

Filed under: Artículos periodísticos de los miércoles — rosarioespinal @ 8:14 am 
Foto de Rosario Espinal para BlogRosario Espinal
Artículo publicado el miércoles 5 de noviembre de 2014 en el periódico HOY
Ningún país los quiere. Llegan de África y del Caribe a Estados Unidos, Canadá y Europa buscando mejor vida. Unos entran, otros no, y muchos sucumben en el deseo. A Rusia, China, Japón o Corea no se asoman.
En nuestra región, República Dominicana es el destino principal de pobres negros inmigrantes. Compartimos frontera con un país de población negra en extrema pobreza, del cual quiere irse la mayoría de la población.
Si en República Dominicana hubiese prevalecido la sensatez gubernamental, los gobiernos dominicanos no hubieran permitido una extensa migración de haitianos indocumentados.
¡Pero no! La explotación virulenta del capitalismo salvaje subdesarrollado, y la corrupción rampante de funcionarios civiles y militares dominicanos, determinó lo sucedido: un flujo por décadas de haitianos indocumentados para beneficio empresarial, incluido el Estado.
Si usted escucha decir que a los haitianos les pagan igual que a los dominicanos, pregunte por qué los dominicanos no hacen esos trabajos. La respuesta es sencilla: muy bajos salarios con jornada de pito a pito en condiciones infrahumanas.
En Haití las condiciones económicas y políticas son peores, y como sucede entre países fronterizos de desarrollo desigual, los haitianos fluyen a territorio dominicano.
Este flujo migratorio, repito, ha sido patrocinado por los gobiernos dominicanos que nunca han establecido controles efectivos en una pequeña frontera.
Como esta población inmigrante es pobre y negra, los gobiernos dominicanos pensaron que negando documentos y apelando al nacionalismo, los mantendrían excluidos; pero eventualmente los sistemas de explotación se tambalean, y ahí estamos.
República Dominicana enfrenta ahora el grave problema de tener en su territorio cientos de miles de haitianos indocumentados, y miles de descendientes nacidos en territorio dominicano; la inmensa mayoría sin papeles de Haití o de República Dominicana.
La indocumentación es precisamente la negación de su existencia en ambos países. Son cuerpos sin ciudadanía, jornaleros sin alma humana.
Supongamos que Haití otorgara acta de nacimiento y pasaporte a todos los haitianos y sus descendientes en territorio dominicano: ¿les dará el Gobierno dominicano residencia legal a todos? Si documentarlos es el objetivo, República Dominicana debió ahorrarse el escándalo internacional del último año.
Y si Haití no otorga documentación a sus nacionales en República Dominicana, ¿qué hará el Gobierno dominicano? ¿Los deportará aunque deje a los empresarios agrícolas y de la construcción sin mano de obra barata? ¿Seguirán trabajando indocumentados? ¿Y qué pasará con sus descendientes?
La súper-explotación del capitalismo salvaje subdesarrollado y la corrupción de oficiales dominicanos, han producido esta vasta miseria humana que ha desatado los demonios ideológicos de la peor estirpe del nacionalismo racista.
A estos inmigrantes pobres y negros la vida les ha negado derechos fundamentales en su país de origen (Haití), y la posibilidad de asentarse legalmente en el país donde laboran (República Dominicana). Ni siquiera las leyes de regularización y naturalización dominicanas han dado resultados ante la inmensa ilegalidad apilada por años y la marginalidad en que viven los haitianos y sus descendientes. Pocos se han acogido a esas leyes hasta ahora.
La República Dominicana puede salirse de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de la OEA y la ONU, y la situación migratoria de los haitianos seguirá irresuelta, porque el empresariado dominicano y el Estado son adictos a la súper-explotación laboral. He aquí la raíz del problema. Por eso no garantizan derechos.
El tollo migratorio que auspició el Gobierno dominicano por décadas ha generado ahora un tollo legal nacional e internacional, ejemplificado por la Sentencia TC 168-13 y el fallo de la Corte Interamericana, con el agravante de que en este conflicto la sensatez escasea y la irracionalidad impera aquí, allá y acullá.



Discurso de Virginia Rodríguez en el lanzamiento del movimiento CAMINA, RD. (21 Sep. 2014)



Racismo cultural: una amenaza que resurge...
por Caterine Galaz




La identidad de un caballero, por David Alvarez


 Carta para la Historia, de Juan Bosch


La Habana, 14 de junio de 1943.

Mis queridos Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Incháustegui y Ramón Marrero Aristy:

Ustedes se van mañana, creo, y antes de que vuelvan al país quiero escribirles unas líneas que acaso sean las últimas que produzca sobre el caso dominicano como dominicano. No digo que algún día no vuelva al tema, pero lo haré ya a tanta distancia mental y psicológica de mi patria nativa como pudiera hacerlo un señor de Alaska.

En primer lugar, gracias por la leve compañía con que me han regalado hoy; la agradezco como hombre preocupado por el comercio de las ideas, jamás porque ella me haya producido esa indescriptible emoción que se siente cuando en la voz, en el tono, en las palabras de un amigo que ha dejado de verse por mucho tiempo se advierten los recuerdos de un sitio en que uno fue feliz. Acaso para mi dicha, nunca fui feliz en la República Dominicana, ni como ser humano ni como escritor ni como ciudadano; en cambio sufrí enormemente en todas esas condiciones.

Hoy también he sufrido…Pues de mi reunión con Uds. he sacado una conclusión dolorosa, y es ésta: la tragedia de mi país ha calado mucho más allá de donde era posible concebir. La dictadura ha llegado a conformar una base ideológica que ya parece natural en el aire dominicano y que costará enormemente vencer, si es que puede vencerse alguna vez. No me refiero a hechos concretos relacionados con determinada persona; no hablo de que los dominicanos se sientan más o menos identificados con Trujillo, que defiendan o ataquen su régimen, que mantengan tal o cual idea sobre el suceso limitado de la situación política actual en Santo Domingo; no, mis amigos queridos: hablo de una transformación de la mentalidad nacional que es en realidad incompatible con aquellos principios de convivencia humana en los cuales los hombres y los pueblos han creído con firme fe durante las épocas mejores del mundo, por los que los guías del género humano han padecido y muerto, han sufrido y se han sacrificado. Me refiero a la actitud mental y moral de Uds. -y por tanto de la mejor parte de mi pueblo- frente a un caso que a todos nos toca: el haitiano.

Antes de seguir desearía recordar a Uds. que hay una obra mía, diseminada por todo nuestro ámbito, que ha sido escrita, forjada al solo estímulo de mi amor por el pueblo dominicano. Me refiero a mis cuentos. Ni el deseo de ganar dinero ni el de obtener con ellos un renombre que me permitiera ganar algún día una posición política o económica ni propósito bastardo alguno dio origen a esos cuentos. Uds. son escritores y saben que cuando uno empieza a escribir, cuando lo hace como nosotros, sincera, lealmente, no lleva otro fin que el de expresar una inquietud interior angustiosa y agobiadora. Así, ahí está mi obra para defenderme si alguien dice actualmente o en el porvenir que soy un mal dominicano. Hablo, pues, con derecho a reclamar que se me oiga como al menos malo de los hijos de mi tierra.

Los he oído a Uds. expresarse, especialmente a Emilio y Marrero, casi con odio hacia los haitianos, y me he preguntado cómo es posible amar al propio pueblo y despreciar al ajeno; cómo es posible querer a los hijos de uno al tiempo que se odia a los hijos del vecino, así, sólo porque son hijos de otro. Creo que Uds. no han meditado sobre el derecho de un ser humano, sea haitiano o chino, a vivir con aquel mínimo de bienestar indispensable para que la vida no sea una carga insoportable; que Uds. consideran a los haitianos punto menos que animales, porque a los cerdos, a las vacas, a los perros no les negarían Uds. el derecho de vivir…

Pero creo también -y espero no equivocarme- que Uds. sufren una confusión; que Uds. han dejado que el juicio les haya sido desviado por aquéllos que en Haití y en la República Dominicana utilizan a ambos pueblos para sus ventajas personales. Porque eso es lo que ocurre, amigos míos. Si me permiten he de explicárselo:

El pueblo dominicano y el pueblo haitiano han vivido desde el Descubrimiento hasta hoy -o desde que se formaron hasta la fecha- igualmente sometidos en términos generales. Para el caso no importa que Santo Domingo tenga una masa menos pobre y menos ignorante. No hay diferencia fundamental entre el estado de miseria e ignorancia de un haitiano y el de un dominicano, si ambos se miden, no por lo que han adquirido en bienes y conocimientos, sino por lo que les falta adquirir todavía para llamarse con justo título, seres humanos satisfechos y orgullosos de serlo. El pueblo haitiano es un poco más pobre, y debido a esa circunstancia, luchando con el hambre, que es algo más serio de lo que puede imaginarse quien no la haya padecido en sí, en sus hijos y en sus antepasados, procura burlar la vigilancia dominicana y cruza la frontera; si el caso fuera al revés, sería el dominicano el que emigraría ilegalmente a Haití. El haitiano es, pues, más digno de compasión que el dominicano; en orden de su miseria merece más que luchemos por él, que tratemos de sacarlo de su condición de bestia. Ninguno de Uds. sería capaz de pegar con el pie a quien llegara a sus puertas en busca de abrigo o de pan: y si no lo hacen como hombres, no pueden hacerlo como ciudadanos.

Ahora bien, así como el estado de ambos pueblos se relaciona, porque los dos padecen, así también se relacionan aquéllos que en Santo Domingo igual que en Haití explotan al pueblo, acumulan millones, privan a los demás del derecho de hablar para que no denuncien sus tropelías, del derecho de asociarse políticamente, para que no combatan sus privilegios, del derecho de ser dignos para que no echen por el suelo sus monumentos de indignidad. No hay diferencia fundamental entre los dominicanos y los haitianos de la masa; no hay diferencia fundamental entre los dominicanos y los haitianos de la clase dominante.

Pero así como en los hombres del pueblo en ambos países hay un interés común – el de lograr sus libertades para tener acceso al bienestar que todo hijo de mujer merece y necesita -, en las clases dominantes de Haití y Santo Domingo hay choques de intereses, porque ambas quieren para sí la mayor riqueza. Los pueblos están igualmente sometidos; las clases dominantes son competidoras. Trujillo y todo lo que él representa como minoría explotadora desean la riqueza de la isla para sí; Lescot y todo lo que él representa como minoría explotadora, también. Entonces, uno y otro -unos y otros, mejor dicho- utilizan a sus pueblos respectivos para que les sirvan de tropa de choque: esta tropa que batalle para que el vencedor acreciente su poder. Engañan ambos a los pueblos con el espejismo de un nacionalismo intransigente que no es amor a la propia tierra sino odio a la extraña, y sobre todo, apetencia del poder total. Y si los más puros y los mejores entre aquéllos que por ser intelectuales, personas que han aprendido a distinguir la verdad en el fango de la mentira se dejan embaucar y acaban enamorándose de esa mentira, acabaremos olvidando que el deber de los más altos por más cultos no es ponerse al servicio consciente o inconsciente de una minoría explotadora, rapaz y sin escrúpulos, sino al servicio del hombre del pueblo, sea haitiano, boliviano o dominicano.

Cuando los diplomáticos haitianos hacen aquí o allá una labor que Uds. estiman perjudicial para la República Dominicana, ¿saben lo que están haciendo ellos, aunque crean de buena fe que están procediendo como patriotas? Pues están simplemente sirviendo a los intereses de esa minoría que ahora está presidida por Lescot como ayer lo estaba por Vincent . Y cuando los intelectuales dominicanos escriben -como lo ha hecho Marrero, de total motu propio según él dijo olvidando que no hay ya lugar para el libre albedrío en el mundo- artículos contrarios a Haití están sirviendo inconscientemente -pero sirviendo- a los que explotan al pueblo dominicano y lo tratan como enemigo militarmente conquistado.

No, amigos míos…Salgan de su ofuscación. Nuestro deber como dominicanos que formamos parte de la humanidad es defender al pueblo haitiano de sus explotadores, con igual ardor que al pueblo dominicano de los suyos. No hay que confundir a Trujillo con la República Dominicana ni a Lescot con Haití. Uds. mismos lo afirman cuando dicen que Lescot subió al poder ayudado por Trujillo y ahora lo combate. También Trujillo llevó al poder a Lescot y ahora lo ataca. Es que ambos tienen intereses opuestos, como opuestos son los de cada uno a los de sus pueblos respectivos y a los del género humano.

Nuestro deber es, ahora, luchar por la libertad de nuestro pueblo y luchar por la libertad del pueblo haitiano. Cuando de aquél y de este lado de la frontera, los hombres tengan casa, libros, medicinas, ropa, alimentos en abundancia; cuando seamos todos, haitianos y dominicanos, ricos y cultos y sanos, no habrá pugnas entre los hijos de Duarte y de Toussaint, porque ni estos irán a buscar, acosados por el hambre, tierras dominicanas en qué cosechar un mísero plátano necesario a su sustento, ni aquéllos tendrán que volver los ojos a un país de origen, idioma y cultura diferentes, a menos que lo hagan con ánimo de aumentar sus conocimientos de la tierra y los hombres que la viven.

Ese sentimiento de indignación viril que los anima ahora con respecto a Haití, volvámoslo contra el que esclaviza y explota a los dominicanos; contra el que, con la presión de su poder casi total, cambia los sentimientos de todos los dominicanos, los mejores sentimientos nuestros, forzándonos a abandonar el don de la amistad, el de la discreción, el de la correcta valoración de todo lo que alienta en el mundo. Y después, convoquemos en son de hermanos a los haitianos y ayudémosles a ser ellos libres también de sus explotadores; a que, lo mismo que nosotros, puedan levantar una patria próspera, culta, feliz, en la que sus mejores virtudes, sus mejores tradiciones florezcan con la misma espontaneidad que todos deseamos para las nuestras.

Hay que saber distinguir quién es el verdadero enemigo y no olvidar que el derecho a vivir es universal para individuos y pueblos. Yo sé que Uds. saben esto, que Uds., como yo, aspiran a una patria mejor, a una patria que pueda codearse con las más avanzadas del globo. Y no la lograremos por otro camino que por el del respeto a todos los derechos, que si están hoy violados en Santo Domingo no deben ofuscarnos hasta llevarnos a desear que sean violados por nosotros en lugares distintos.

Yo creo en Uds. Por eso he sufrido. Creo en Uds. hasta el hecho de no dolerme que Marrero mostrara a Emilio el papelito que le escribí con ánimo de beneficiarlo y sin ánimo de molestar ni por acción ni por omisión a Emilio. En todos creo, a todos los quiero y en su claro juicio tengo fe. Por eso me han hecho sufrir esta tarde.

Pero el porvenir ha de vernos un día abrazados, en medio de un mundo libre de opresores y de prejuicios, un mundo en que quepan los haitianos y los dominicanos, y en el que todos los que tenemos el deber de ser mejores estaremos luchando juntos contra la miseria y la ignorancia de todos los hombres de la tierra.

Mándenme como hermano y ténganme por tal.

Juan Bosch “Obras completas”



PROPUESTAS PARA REDUCIR LA VIOLENCIA

ü Vacúnate contra la violencia, defiende, cuida y protege la vida en todas sus dimensiones (respeta y cuida personas, animales, cosas, medio ambiente; no aceptes canciones, películas o programas violentos; no te juntes con personas violentas…).
ü Opta por estrategias de buen trato. La mejor prevención contra la violencia es esforzarse por respetar al otro y dar un buen trato a todos.
ü Aprende cada día a buscar un tiempo para pensar y meditar, sosegadamente y sin distracciones, sobre ti mismo (quien soy, cómo me comporto; qué quiero y cómo lo alcanzo; cómo han sido mis acciones, mis relaciones y mis trabajos en el día; qué expectativas tengo para hoy; cómo afrontarlas; qué proyecto tengo…)
ü Crece, fórmate, realizar cursos que ayuden a desarrollarte como personas y aprender técnicas de moldeamiento conductual, interpersonal, de relajación y otras como: conocerse a uno mismo, educar los sentimientos, prevención y resolución pacífica de pacifica, comunicación asertiva, aprendizaje emocional.
ü Aprende a prevenir reacciones violentas; a manejar y controlar tus emociones; a pensar positiva y creativamente.
ü Identifica a las mujeres y niños víctimas o en riesgo y peligro de violencia, y a los hombres agresores. Ellos no se reconocen como tales. Trata de ayudarles, infórmate e informales sobre algunos centros de apoyo, asistencia.
ü Colabora con la campaña “Masculinidad sin violencia”. Consiste en aprender a ser, primeramente, personas respetuosas, antes que sentirse machos.
ü Trabajar para eliminar las causas de la violencia, más que las consecuencias
ü Sé y adopta el papel de agente constructor de paz y del bienestar social, tratando de favorecer todo lo que vaya de la mano del respeto y la dignidad hacia todos.
ü Afronta el mal tiempo con buena cara, decisión y coraje. Busca soluciones inteligentes y creativas para salir adelante de situaciones complicadas, negativas y difíciles.
ü Actúa con emociones positivas
ü No le des poder a la mente (ella es una parcela de tí), la realidad es más bella de lo que te imaginas. No te dejes dominar por la mente, tú eres mucho más que tus pensamientos negativos o destructores.
ü Mejora la comunicación, las habilidades y los comportamientos personales (dentro de la familia, con la pareja y a nivel interpersonal –trabajo, universidad, en la calle…-).
ü Ante dificultades que te superan: busca ayuda de algún profesional o persona cercana (psicólogo, educador, psiquiatra, sacerdote…)
ü Modifica tus esquemas cognitivos y conductuales en el manejo de la ira, la impotencia, la imposibilidad, el enojo y la frustración.
ü Trabaja la cultura del afecto y la amistad.


“La violencia es el último recurso del incompetente”  Isaac Asmon


  Dominicano como Sonía   
Escrito por: David Álvarez Martin (davidalvarez144@yahoo.com


Recién había mandado mi artículo a El Día cuando me llegó la triste noticia de la muerte de Sonia Pierre.
Mi columna trataba sobre el cáncer del trujillismo en nuestra sociedad. Su párrafo central decía:  Es síntoma del trujillismo la corrupción insaciable de muchos dirigentes del PRSC, el PRD y el PLD. 
Es trujillismo el antihaitianismo de tantos comunicadores y políticos. Es trujillismo el rechazo al 4% para la educación. Es trujillismo el machismo que agrede y mata tantas mujeres y niños. Es trujillismo el incremento de penas para adolescentes. Es trujillismo el culto al “tránquelo”. Es trujillismo pretender volver al servicio militar obligatorio.
 Y es precisamente del trujillismo enquistado en la mente y corazón de tantos dominicanas y dominicanas que Sonia Pierre recibió todos los ataques inimaginables, igual que Juan Pablo Duarte y sus compañeros recibieron los fieros ataques del santanismo de su momento, llevándolos al exilio y el cadalso.
 Son los autoritarios, los corruptos, los negadores de la dignidad humana, los que han provocado tanto sufrimiento y explotación entre dominicanos y dominicanas desde el surgimiento de nuestra nación. Esos mismos querían negarle a Sonia su condición de dominicana porque ella asumió la defensa de miles de dominicanos de origen haitiano.
 Únicamente vale la pena que exista algo llamado República Dominicana si es para la felicidad y bienestar de todos los que vivimos en este país. Si por el contrario seguimos en una sociedad donde unos pocos se enriquecen a costa del sufrimiento de las mayorías, es preferible que se hunda en el fondo del océano.
Bitácora para lúcidos, 8 Diciembre 2011, 7:00 PM

Haitianos: pudo más la explotación que el patriotismo febrero 23, 2011

Rosario Espinal
Artículo publicado en el periódico HOY el miércoles 23 de febrero de 2011 
Rafael L. Trujillo ordenó la masacre de haitianos en 1937 para dominicanizar, pero dejó que trabajaran en los ingenios azucareros. Joaquín Balaguer, conocido intelectual del anti-haitianismo, trajo haitianos a trabajar en los ingenios y también permitió que suplieran la mano de obra en otros sectores de la economía.
Cuando los haitianos trabajaban solamente en el azúcar vivían encerrados en los bateyes y eran piezas exóticas del paisajismo de la pobreza dominicana. Su trabajo arduo bajo el sol picante enriqueció a colonos y dueños de ingenios públicos y privados, y luego a finqueros de otros productos.
Después vino la migración masiva de dominicanos al exterior en la década de 1980, y con ello el boom de la construcción en la década de 1990. Entonces ingenieros y constructores aprendieron de colonos y hacendados a contratar mano de obra barata haitiana.
En Haití, por su parte, las cosas cambiaban. El dictador Jean Claude Duvalier fue derrocado en 1986, y sin terror estatal cotidiano, los haitianos comenzaron a desplazarse. No había ya una contraparte gubernamental haitiana para que República Dominicana contratara mediante acuerdo de gobierno a gobierno la traída de haitianos. Se hizo entonces por la libre.
En la medida que la inestabilidad y la miseria en Haití aumentaron, también creció el deseo haitiano de emigrar, y República Dominicana, por ubicación geográfica, es el destino migratorio natural.
Sin controles fronterizos adecuados y sin requerimientos legales para dar empleo, la República Dominicana siguió recibiendo haitianos, y con el paso del tiempo, no hubo voluntad gubernamental para controlar ni adecentar el proceso migratorio.
He aquí la situación actual. Civiles y militares dominicanos ubicados en puestos de frontera hacen muy mal su trabajo (la prueba más evidente es la cantidad de haitianos indocumentados que cruza constantemente), los empresarios quieren trabajadores haitianos para explotarlos (son los primeros que gritan cuando se los quitan), y los voceros dizque nacionalistas hacen bulla, azuzan la xenofobia, crean fábulas de fusión, y no proponen soluciones viables.
Encima, cuando el gobierno hace repatriaciones es puro teatro porque sacan los haitianos por un lado y entran por el otro. Las redadas permiten al gobierno dar la apariencia de que combate la migración indocumentada, pero en unos días concluyen las repatriaciones, generalmente cuando algún diplomático habla de derechos humanos y un funcionario dominicano envalentonado le responde. Fin del espectáculo mediático.
Ahora República Dominicana tiene una nueva Constitución que no resuelve nada. Niega derechos de ciudadanía a los hijos de indocumentados nacidos en territorio dominicano, pero hay muchos miles de personas que nacieron en territorio dominicano, son hijos de inmigrantes haitianos indocumentados y no van a regresar a Haití porque se criaron en República Dominicana. Esta población permanece sin papeles y sin derechos elementales.
En vez de ayudar a resolver el problema, esta Constitución agrava la situación porque gesta una nación de apartheid, y quien no quiera verlo así que reflexione profundamente sobre las implicaciones sociales y legales del Artículo 18.
La situación actual es sumamente peligrosa porque hay muchos inmigrantes haitianos, la sociedad dominicana no tiene recursos económicos para integrarlos adecuadamente, el sistema legal es excluyente, y muchos empresarios tienen como único propósito explotarlos.
Esta situación produce y seguirá produciendo fricciones a nivel popular entre dominicanos y haitianos, y estas fricciones, aunque favorables para la explotación laboral que desean muchos empresarios, incluyendo el Estado, son funestas para la convivencia humana.
En este 167 Aniversario de la Independencia vale decir que en la República Dominicana pudo más el deseo de explotación que el patriotismo inspirador de la gesta de 1844.

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